martes, 22 de julio de 2014

Adentrate al maravilloso mundo de la imaginación

Durante  muchos años un cuy vivía lamentando su mala suerte, no podía entender el no ser tan astuto como la serpiente, se pasaba los días admirado  sus  proezas que por cierto no eran tan admirables.
Un día organizo una fiesta en casa y se tomo la molestia de ir a buscar a la serpiente personalmente y a pesar de que esta no se sintió muy motivada y a gusto de asistir a la fiesta en casa de Señor cuy, llego a ser convencida.
Nuestro amiguito, el cuy regreso a casa muy pero, muy contento, porque según él tendría a la invitada más ilustré de las alturas.
Se paso las dos semanas siguientes organizando los más mínimos detalles de la que sería la fiesta más importante del año.
Tenía todo preparado y sucedió así, todos asistieron a la fiesta la serpiente que por cierto tenía preparado su plan de llevarse todas las gallinas, gallos y pollos del corral espero el momento preciso y cuando ya se había ganado la confianza de este decidió poner en marcha su plan. 
En medio de la fiesta pidió ser escuchada y empezó agradeciendo a su  gran amigo el cuy por la reverencia que había tenido en invitarlo a su fiesta y acto seguido prosiguió a informar acerca de la peste de aves que se avecinaba, indico que contagiaría a todos los animales de las alturas por ello era muy importante que ella se los llevara a casa para poder ponerlos en cuarentena y así proteger y cuidar al resto de animalitos del lugar.
El señor cuy muy emocionado y embobado por la sabiduría de la serpiente  se ofreció ayudarle a empacar todas las aves que habían a su alrededor, eran tantas que la serpiente estaba pensando en comer todo el año sin trabajar
El gallo era el que más desconfiaba de la sabiduría de la serpiente  y de sus “tan buenas intenciones”, mientras todos se divertían logro cambiar el cargamento por rocas muy pesadas.
Al día siguiente cuando la serpiente decidió regresar a casa no Cabía de felicidad, no reviso los atados, se los echo al hombro y partió, ya por el  camino el peso se le hacía  insostenible y conforme caminaba iba dejando un saco tras otro, llego a casa molida por el gran peso que había llevado y la distancia que había recorrido; a duras penas logro desatar uno de los sacos que hizo llegar a casa.
Grande fue la sorpresa al encontrar dentro de los sacos rocas. El gallo al día siguiente volvió a cantar su quiquiriquí, al escucharlo el cuy fue  a visitarlo, este le contó que él nunca confiaba en la sabias palabras de la serpiente, así que decidió cambiar los sacos.

Desde ese día las alturas de Perú dejaron de ser de la serpiente, los animalitos entendieron que siempre será conveniente desconfiar de extraños pues puede que les salve la vida.


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